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Capitán Eo- Mi pirata intergaláctico


Capítulo I:


 Eran más de las doce y treinta de la noche cuando caminaba sola por las oscuras calles de una ciudad gris y triste.
 Mis pasos sonaban sobre la calzada como si yo fuera esa noche la única prueba de vida existente sobre el planeta. ... Me sentía más sola que nunca, arriba las estrellas brillaban tenuemente a través de la fina cortina de fría niebla que quedaba de la lluvia vespertina.
 Una lluvia más que se llevaba los sueños rotos de gente que iba y venía cada día en un inagotable trajín por plazas y calles empedradas.
 ¿Dónde estaría él? ¿Dónde estaría ese amor sin rostro que acechaba los sueños cada noche, cada día de silencio sentada en el café de la esquina esperando por algo que nunca llegaba?
 No lo sabía, pero la ansiedad estaba allí siempre, y esa noche en especial aquella ansiedad parecía guiar mis pasos.
 Seguí con mi andar sin rumbo por laberintos de calles apenas iluminadas por faroles oxidados y cuando creí que no oiría a otro ser respirar en este mundo, un extraño sonido llamó mi atención ¿Era un automóvil? ¿Era una sirena o alarma? ¿Era acaso el último grito de alguna víctima anónima que moría ahogada por las manos de su opresor? No, no era nada de eso.
 Era un sonido sin explicación.
 Mis ojos giraron hacia todos lados y nada, solo se me presentaban sombras. Sin embargo las estrellas llamaron mi atención una vez más, brillaban mucho más que antes, entonces algo asombroso capté allá arriba: en el frío infinito. Una brillante estela de luz cruzaba el cielo con atractivos colores, verde, amarillo y rosa ¡Vaya cosa más extraña! Me decía que no podía ser un avión, ni un cohete, aquello viajaba a gran velocidad y con un rumbo inalterablemente recto, demasiado perfecto.
 Seguí mi camino con paso apresurado, caminé y caminé para llegar rápido a la avenida que me llevaría a casa. Estaba extenuada y era muy tarde, pero lo peor era que tenía un mal presentimiento, porque aquella noche no era una noche normal y corriente.
 Definitivamente fue el destino el que dispuso que, apenas pisé el callejón que llegaba a la avenida, un grupo de personas, y de las más extrañas que haya visto en mi vida, se interpusiera en mi camino.
 Aterrada no supe qué hacer, si echar a correr o esperar a que se fueran. Sentí que había llegado mi fin, y lo recibía con una melancólica sonrisa. De repente una de las figuras, la más alta que para colmo parecía tener ocho brazos, habló con voz gutural y pronunció unas palabras en otro idioma.
 Aquel ser se presentó amenazante y estaba segura que había ordenado a los otros atacarme, pero otra voz salió de la nada y gritó:
 -¡Cuidado!-
 Y antes de que pudiera asimilar qué era lo que estaba pasando, un rayo de luz iluminó la calle como si fuera la luz del día y retrocedí... me protegí con una pared y luego no supe más nada.
 -¿Estás bien?- oí a alguien decir pero no distinguía a nadie todavía. Me ssomé incautamente por un recodo.
 -Ehh… si…- tartamudeé y lo que se presentó allí al frente fue un joven como de unos 27 años, de tez color caramelo, con grandes y muy amables ojos azabache.
 Pero lo más extraño de aquel joven era su atuendo, pues vestía un traje blanco resplandeciente con chispas plateadas y rojas, y no podía distinguir de qué tipo de tela estaba hecho.
 Enseguida sentí que estaba frente a un hombre de otro mundo.
 -Ten cuidado. No debes estar aquí- me dijo al fin el joven con un dejo de angustia en su suave voz cantarina y sin parar de vigilar la calle nerviosamente. Quise preguntarle muchas cosas al extraño visitante pero no pude, el joven se apresuró a decirme que debía marcharme a casa, y así, sin más ni más, desapareció tal como había aparecido.
 


 -Ten cuidado. No debes estar aquí- me dijo al fin el joven con un dejo de angustia y no paraba de vigilar la calle. Quise preguntarle muchas cosas al extraño visitante pero no pude, el joven se apresuró a decirme que debía marcharme a casa, y así luego desapareció  tal como había aparecido.




Capítulo II


 ¿Qué había pasado esa noche? No supe ni cómo llegué a mi apartamento después de los inexplicables acontecimientos. Pero una cosa sí sabía, y era que no podía quitarme de la mente al extraño joven del traje blanco. Me preguntaba si él o el ser de ocho brazos tenían algo que ver con el objeto que un rato antes había cruzado el cielo. Algo muy adentro de mí me respondía que sí y eso era lo que me tenía completamente fascinada.
 Me había asustado muchísimo pero a la vez una nueva luz me había iluminado mi tristeza. 
 De aquello no supe más nada al fin y los días posteriores se hicieron monótonamente lentos y rutinarios, pero ahora tenía la certeza de que el joven me había salvado de los otros -y me inquietaba pensar en cómo lo hizo- sin embargo no le conté a nadie semejante locura.
 Por las noches me sentaba frente a la ventana a contemplar el cielo, negro e infinito, con la mente en blanco excepto cuando se me presentaba una y otra vez el suceso de aquella fría noche, ya días atrás, y la imagen del extraño visitante del traje blanco que me había salvado.
 Si acaso recuerdo dos o tres llamadas telefónicas durante aquel período, de Julia, Emilia y Raúl, pero yo con voz distante siempre les respondía con evasivas, “No, no puedo”, “Voy a salir”, “Estoy trabajando”, “Tengo un compromiso”, y así no hallaba a nadie a quien confiar mi extraordinaria anécdota, porque la gente ya no tenía magia ni fantasía en el alma y nadie me creería.
 Y es que yo tampoco quería decirle a nadie, él era sólo para mí.
 
 Habían pasado dos o tres días más y yo seguía sentada frente a la ventana por las noches, esperando algo que no sabía qué era.
 Fue cuando volví a divisar en el cielo nocturno la estela de luces y colores, y me alegré, me alegré como nunca, tanto que salté de mi silla y me dispuse a salir. Sí, a ésas horas de la noche, otra vez.
 No importaba, salí de mi apartamento sin muchos miramientos, mi cartera, una chaqueta, y salté escaleras abajo. Cuando crucé las puertas del edificio, el frío viento me azotó la cara. El rastro de luz seguía allá en el cielo afortunadamente y finalizaba más allá del parque, muy lejos, en las afueras de la ciudad. Tomaría el viejo tranvía que funcionaba a esas horas de la noche para llegar allá y que de seguro estaría más solo que de costumbre. Tanto mejor.
 No llegué a caminar mucho, de hecho, porque allí estaba él otra vez, al pie de un farol, esperándome. El joven era hermoso, definitivamente aquel hombre había dejado una marca en mí. Pero esta vez no iba a dejar que se marchara sin darme ninguna explicación.
 -Aquella otra noche…- me sorprendió lo fácil que me resultaba hablarle, como si fuera un viejo amigo; y era igualmente asombroso que yo saliera al filo de la noche en busca de un extraño que ni sabía qué era, y mucho menos después de que la otra noche otros aún más extraños tratasen de atacarme. Pero no tenía miedo,  era como si me resultara familiar, como si todo eso lo encontrara fascinante. Y con él no tenía ningún miedo, ninguno, y no debía confiar tanto, pero de alguna manera confiaba así que le hablé- Aquella otra noche, tú me salvaste ¿Verdad?-
 -Sí- me respondió, y su voz tranquila me hizo sentir que ya el miedo era algo que  no iba a sentir nunca más –Soy el Capitán Eo, ése es mi trabajo-
 Ah claro, pensé yo, es un policía de alguna unidad especial. Sí, eso me decía la razón, pero mi corazón no lo quería creer. Entonces solté:
 -Esa estela de luz…en el cielo- me sentí como una niña boba al comentar eso, pero tenía que sacarme la duda. Noté en él una expresión de incomodidad pero eso no empañó para nada la nobleza y amabilidad que mostraba hacia mí –Eso ¿Tiene algo que ver contigo o con ellos?-
 No respondió.
 -¿Quién eres en realidad?- pregunté con seguridad.
 -Mira, esa gente que viste la otra noche- se apresuró a decir cambiando de tema, pues  tenía cosas más importantes que decirme ahora –Son Corruptores, son seres malos, y tu planeta está agonizando, la raza humana está hundida en el abismo, la ciudad está gris y llena de desesperanza- suspiró con tristeza- Estas calle, no hay absolutamente nadie en las, ya ni las parejas salen a pasear a la luz de la luna cuando sería algo hermoso. Todos tienen miedo y con mucha razón, y la gente no tiene sueños. Pero...- y miró fijamente como nunca un hombre me había visto- no todo aquí está perdido, ahora lo veo, pero Los Corruptores están aquí para terminar con las pocas chispas de esperanza que aún quedan. Están aquí para corromper-
 -Pero…- el joven ahora me resultaba infantil, tal vez era solamente un hombre niño lleno de fantasías locas. Pero yo vi con mis propios ojos todo- ¿Y yo qué tengo…? ¿Por qué esos seres querían atacarme la otra noche? – Eso era lo último que me faltaba, que encima de la vida inútil que llevaba, llegaran ahora unos monstruos de no sabía de dónde, y terminaran por arruinármela.
  Él me escuchaba con paciencia, y  ya no hablábamos bajo la luz del farol solitario, sino que caminábamos por calles empedradas y en penumbras. Hacía frío pero él parecía no sentir nada.
 -Sólo basta con acabar con los principios y valores que le quedan a esos pocos que de verdad están dispuestos a luchar por un mundo mejor, cuando la mayoría de la gente lo que hace es conformarse y seguir con una monótona vida rutinaria - decía el capitán y las chispas de colores que desprendía su traje daban luz y color a la soledad  -Y tú... - se detuvo y me miró con sus dulces ojos color azabache – Tú eres una de esas pocas personas-
 Me quedé perpleja, yo no merecía tales palabras ¿Por qué él me decía eso?.
 -Tú trabajas para la gente, para la fundación de conservación de bosques y fauna- dijo él como si me hubiera leído la mente, y yo aún más sorprendida que supiera todo eso- Ese hermoso parque que está allá vive gracias a ti. La editorial principal de esta ciudad usa ahora papel ecológico gracias a ti. Tienes piedad y compasión por animales indefensos, por los indigentes. No sólo eso, tú piensas diferente: de una manera más avanzada que los simples humanos que no se molestan en hacer un esfuerzo en diferenciarse de los animalitos- hizo una pausa y luego añadió con profundidad: -  Y tu vida no es inútil-
 Ahora sí me quedé sin habla, me resultaba imposible que él supiera todo eso que ni yo misma recordaba, y si lo recordaba, no le prestaba atención.

 -Bueno… pero eso fue hace algún tiempo y en realidad no tiene importancia. Por aquí no pensarían igual, Eo, no hay cabida para alguien con las ideas que yo tengo. No tengo ni amigos, de casualidad tres, porque no me entienden-
 - Tal vez es porque no estás en el lugar a donde deberías estar- dijo él.
 -Sí, bueno, sería genial que pudiera mudarme a todos los países y ver a cuál pertenezco- bufé -Y yo ya no soy tan genial como antes– balbuceé dispuesta a sincerarme con él –Nunca me dieron el crédito por nada de lo que hice. He luchado durante años por ayudar a las fundaciones benéficas  y a nadie le importó…A  la final quien se llevó todo el crédito por lo logrado fue el alcalde ¿Lo ves? No es nada fácil hacer algo por este país-
 -No te preocupes, yo sé que fuiste tú la que hizo todo eso y no ese alcalde oportunista-
 Ahora no tenía que preguntarle nada sobre la estela de luz, sabía que aquel era un hombre de otro mundo ¿Cómo podía saber todo eso? Me intrigaba, me desconcertaba.
 - No serás un acosador verdad? Sabes demasiado de mí-
 Eo se rió y me sentí algo tonta.
 -Muy precavida, muy bien, sé que así hay que ser por aquí- suspiró ya no tan divertido- Pero no soy un acosador. A mí me llaman pirata- continuó caminando apaciblemente a mi lado. No muy lejos estaba la plaza con sus fuentes aún funcionando – Porque ante los ojos de ellos, el bien que hacemos yo y mi tripulación por el universo es vandalismo, sabotaje, tenemos que actuar muchas veces contra sus leyes ¿Me entiendes?-
 Asentí.
 -Ya ves que nosotros tampoco tenemos el crédito por el bien que hacemos, entonces llevo con orgullo mi título de pirata- se erguió orgulloso mostrándose aún más hermoso, alto y esbelto –Muchas veces el mundo no agradece a los que se salen de los parámetros sino que  por lo contrario, nos crucifican, nos convierten en los malos de la historia. Por eso Los Corruptores andan tras gente como tú, tras gente que trata de cambiar el mundo-

 -Pe...pero ¿Y ahora yo qué puedo hacer?- no podía negar que aquellas palabras ya me estaban asustando.
 -Para eso estamos aquí – me guiñó un ojo – Yo y mi tripulación – y me tendió su mano enguantada de blanco donde tenía un collar de plata. Lo tomé y observé el dije que colgaba de él, era una pequeña pieza de plata incrustada con cuarzo azul en forma de pentágono bien tallado que brilló de repente con luz propia.
 Solté una exclamación por tal belleza.
 -Cuando brille- me explicaba – estaré yo cerca para cuidarte de ellos. No temas – me dijo y en sus labios se dibujó una sonrisa, tan hermosa que mi corazón dio un salto.
 -¿Quién eres?- volví a preguntar atontada- ¿Cuál es tu verdadero nombre, Eo?-
 Él se quedó en silencio esta vez porque no sabía las respuestas.
 -Creo que…- estaba haciendo un esfuerzo por recordar, y parecía que esos recuerdos no le eran gratos – Creo que mi nombre era… Michael. Un nombre muy, muy antiguo…-
 -Michael- ¿Eres humano?- musité al fin tratando de desentrañar todo el misterio que me atormentaba.
 Él solo me sonrió guiñándome un ojo y, sin decir más, se fue. No pude seguirlo, no sabía cómo, pero apenas Eo daba la vuelta se desaparecía por completo.
 Y allí me quedé yo parada sola en una plaza oscura en medio de una fría neblina; me acababan de advertir que unos monstruos andaban tras de mí, pero yo estaba feliz y no podía hallar razón para no estarlo.
 Había conocido al hombre más maravilloso de toda mi vida... es sólo que no era un hombre.



Capítulo III


 Parecía mentira pero algo que caracterizaba a la humanidad era eso, que no se le reconocía a la gente nada excepto sus errores y defectos. El Capitán Eo me había dado el incentivo que necesitaba para continuar, fue el primero en reconocer algunos méritos en mí y el primero en decírmelo, porque lo que no se decía valía igual a lo que no existía. Él no callaba, y ahora yo tenía una razón para ver el mundo con un poco de color.
  Llevé el collar conmigo día y noche, porque cada vez que lo veía me transmitía un poco de su magia y me conectaba con el mundo del Capitán Eo.
 Mundo al cual, de hecho, regresé sin tener que esperar mucho tiempo.
 Sucedió la tarde del Domingo en que yo había retomado mi trabajo benéfico, y me encontraba entregando canastillas de regalo a la maternidad local, y regresaba con paso alegre a mi apartamento a altas horas de la noche; había sido un día exhaustivo pero yo lo hice todo con satisfacción, lo que era algo que ocurría muy rara vez.
 Me di cuenta que poniéndole amor al trabajo era lo que hacía que funcionara y mi espíritu se aliviara. Eo tenía razón, había que trabajar en lo que se amaba.
  “Tu vida no es inútil” me había dicho mi capitán a la luz de la Luna y nunca lo olvidaré.

  Fue a eso de las 12:30 otra vez y llovía a cántaros  cuando, contemplando la ventana desde mi cómodo sillón, repentinamente alguien toca a mi puerta.
 No había ninguna posibilidad que alguien estuviera allí a media noche y menos con esa lluvia, no esperaba a nadie, y nadie tenía que hacer nada en mi apartamento... excepto Los Corruptores…. Los truenos retumbaban fuertemente y el viento batuqueaba las ventanas sin tregua, y aún así tocaban a mi puerta insistentemente.
 Había sido muy ingenua, no llevaba puesto mi collar esa noche, que era lo que me podía indicar si era él, entonces rápidamente lo busqué: si estaba en peligro estaría brillando y mi capitán vendría. O eso creía yo.
 “No temas”, me había dicho y debía confiar en él. Cuando lo encontré y lo tomé en mis manos, se me cayó el alma al piso, no estaba brillando ¿Y ahora eso qué significaba? ¿Qué él no vendría? De repente pensé que nada era real, que Michael no era ningún ser del espacio, que fui una total ilusa... Ya no sabía qué hacer pues no estaba dispuesta a acercarme a la puerta y encontrarme afuera a ese horrendo ser de ocho brazos. Estaría completamente perdida de ser así. Ingenua, ahora sí sentía el peligro que me acechaba.
 Me eché a llorar y arrinconada detrás de la cama esperé a que la cosa, o lo que fuera, se marchara y me dejara tranquila.
 Así amaneció y yo todavía acurrucada en ese rincón agradecí con todo el alma la llegada del amanecer.

 “Qué tontería más grande, debió ser un vecino” me dijo Emilia esa mañana que desayunábamos pan con mermelada en el café de la plaza, acerca del visitante nocturno a quien no le abrí la pasada noche;  yo la escuchaba con la mente en otra parte, después de todo, ella no podía entender.
 Aquel era otro día que pasaba y con la llegada de la noche, llegaba también la sombra y la amenaza.  Y no había ningún rastro en el cielo que me indicara la llegada de mi capitán pirata.
 Y tal como dijo mi amiga Emilia, mi viejo vecino que vivía en el apartamento de al lado me interceptó apenas llegué  y con cara de angustia me dice:
 -Anoche habían cinco tipos de muy mal aspecto buscándote-  los ojos enrojecidos del anciano denotaban profunda angustia –Merodeaban por aquí gruñendo tu nombre, y apenas se fueron fui a advertirte, pero no estabas. Ten cuidado, mucho cuidado- fue lo que dijo y se metió en su apartamento espantado.
 Ahora sí el ser de ocho brazos poblaba mis pesadillas y cada vez que miraba al cielo, lo hacía con añoranza. Pero qué podía yo hacer más que continuar con mi vida sin que nada de eso me afectara.
  Pero como siempre las cosas no se presentan ni cuándo ni cómo uno se las espera. Fue el destino que nuevamente puso la situación allí sin yo poder evitarla.  Como dije, no tuve que esperar mucho para que él volviera conmigo. Y no fue de noche, me atraparon de día, y al mismo día siguiente, cuando llegaba del trabajo. No logré entrar a mi apartamento porque caí desvanecida al suelo. No me había dado cuenta de que mi collar brilló intensamente durante todo mi camino.
 Golpes, gritos, el piso temblaba y yo semiconsciente yacía en el piso indefensa, alguien me pisó, luego más gritos. Hasta que unas manos amables me alzaron del suelo, pero mis piernas no me sostenían; sin embargo no importó, me llevaron en brazos fuera del edificio y por el olor a humo que percibí me di cuenta de que habían incendios y mucha conmoción a mi alrededor.

 Cuando me recuperé estaba en medio de un bosque y poco a poco reconocí lo que eran las afueras de la ciudad.
 -No me di cuenta de que mi collar brillaba, no entendía…- dije enseguida pues mi salvador estaba allí junto a mí y podía sentirlo, era Eo.
 -Te esperaban dentro de tu apartamento- me dijo jadeante y nuestras miradas se encontraron, estábamos  muy cerca, yo sentada sobre la grama y él arrodillado con su brazo sobre mi hombro, sentía toda su candidez. Pero no estaba solo, había tras de él cuatro seres extraños. Que me observaban con curiosidad.
 Uno de los seres era pequeñito y desaparecía en el aire, y volvía a aparecer, esta vez sobre el hombro del Capitán Eo: era su amigo.
 -Fuzzball- me lo presentó el Capitán – es mi segundo al mando, aunque es bastante pequeño su ingenio vale oro. Y aquel es Hooter, y  allá Idee y Geex, Robot- señalaba uno a uno y todos me saludaron cortésmente.
 Estaba fascinada otra vez en  vez de estar aterrada, el bosque no emitía ni un solo sonido, ni un grillo, ni un sapo o insecto, porque algo sobrenatural dominaba la noche.
 -¿Eres humano, Michael?- volví a preguntar aún con más interés que antes. Aquel hombre viajaba acompañado por una tripulación de extraterrestres, tenía la sensación que en su mundo él era una rareza. Pero aquí no lo era –Tú nombre es humano-
 -No lo sé…- me contestó cohibido pues pasaba por un gran conflicto interno, estaba confundido, desde la primera vez que lo vi noté su inseguridad, su confusión –No lo sé-
 -Eres tal cual como nosotros ¿Has vivido en La Tierra alguna vez?- inquirí con mucha comprensión y él me miraba fijamente pero me esquivaba cuando le hablaba de su origen. Pero no podía equivocarme, ahora lo veía clarísimo, esos ojos denotaban una gran emoción hacia mí. Como sin duda mis ojos se debían de mostrar ante él también.
 Era hora de verlo... amor. Inevitablemente el amor había llegado a mí, porque Eo había hecho que me enamorara de él ¿Y él? Él lo tenía en la mirada desde el primer día que lo vi.
 Entonces hubo un chispazo, más allá de los árboles y nuestra conexión emocional se cortó, todos nos asustamos.
 -Es posible que estén atacando la ciudad, Capitán- advirtió Geex con apremio, pero él no prestó atención, se volvió hacia mí. Era un momento mágico.
 -No, no he conocido nunca a otro humano. Tú eres la primera a la que me acerco. Yo… he estudiado a los humanos algunas veces y un día te vi a ti…– continuó, su brazo no soltaba mi hombro –Pero las leyendas dicen que mi madre era humana, no lo sé, y no sé quién o qué fue mi padre... - gimió consternado y su brazo me abrazaba más, estábamos muy cerca y sabía que su corazón latía tan fuerte como el mío –De no haber sido por mi llegada a La Tierra, por culpa de Los Corruptores, nunca te hubiese visto y nunca…-
 No pudo continuar y yo me quedé en vilo y quería sacarle las palabras con una cuchara, pero todo a nuestro alrededor se agitaba más y más.
 -Has vivido toda tu vida con extraterrestes- no quería parar esa conversación agobiante que paralizaba mi corazón, ante su tormento yo le mostré toda mi comprensión. Ahora entendía mucho mejor su conmoción, yo había sido la primera mujer que conocía – Pero tú no eres como ellos-
 Ya no podíamos permanecer más allí, escuchamos un aullido sobrehumano y el Capitán se puso alerta. Los otros sacaron las armas y nos cubrieron la espalda, el capitán me alzó con sus fuertes brazos y juntos echamos a correr.
 Entonces caí en cuenta de nuestro egoísmo, pensando en aquellos a quienes el Capitán debía proteger también pero que no lo hacía por estar cuidándome a mí. Comprendía la gran responsabilidad que el Capitán Eo dejaba de lado por su amor hacia mí.
 Dejamos atrás a Hooter, Robot, Fuzzball, Geex e Idee quienes enfrentaban a Los Corruptores mientras nosotros escapábamos. No era justo, otros estaban cayendo y sólo yo me salvaba ¿A cuánta gente no habían atacado ya Los Corruptores?
 -¡No podemos seguir!- se detuvo el Capitán de repente, se oían gritos y rayos de luz más allá de los árboles – Debes quedarte aquí y ocultarte ¡No salgas!-
 -¿Qué? ¿Y tú, a dónde vas?- chillé asustada por la idea de que él me dejara para irse a una batalla.
 -Tienes que quedarte aquí ¡Que no te vean! Yo debo salvarlos- me insistió suplicante tomándome por los hombros. Luego me dejó allí y corrió bosque adentro.
 Yo rogaba por que no le hicieran daño, los gritos seguían, el estruendo, las explosiones. Ahí estaba la silente noche como testigo muda de los insólitos acontecimientos.
 No iba a aguantar esperar allí sin saber qué le hacían a mi capitán y su tripulación, casi salgo de mi escondite cuando entonces oí música. El bosque se iluminó como si fuera de día y chispas de colores viajaban por el aire. Me arrastré entre los matorrales todavía preguntándome si todo eso era verdad, si no estaba soñando, si estaba pasando todo aquello inmensamente surrealista. Al fin encontré el claro donde el Capitán se enfrentaba a Los Corruptores, lo vi a él resplandeciente de luz y color, lanzaba rayos con sus manos mientras la tripulación tocaba instrumentos musicales. Ahora sí que no entendía nada, pero el alma me regresó al cuerpo y ahora estaba completamente tranquila y segura, ni rastros había de Los Corruptores.

 Alegremente él me encontró echada en la tierra llena de hojas y matojos, avergonzada me disculpé por no haber podido permanecer allá donde me dejó, temía demasiado por su vida y si él moría pues yo tampoco quería vivir.
 Eso lo conmovió enormemente, y una dulce sonrisa le iluminó el rostro; yo enseguida me paré de la tierra y nos abrazamos, nos abrazamos sin disimular más lo que sentíamos.
 Hooter, Robot, Fuzzball, Geex e Idee se quedaron atrás porque ellos ya lo sabían, y observaban cómo su capitán había encontrado a alguien como él al fin.
 Yo quería permanecer así, sintiendo todo su calor y ternura, pero había mucho que hacer, él trató de recuperar la compostura cuando notó algo y posó su mano sobre mi rostro.
 -Estás herida- dijo preocupado y su mano enguantada  me acariciaba la frente. Yo sentía un pequeño dolor pero no había sangre – Fue el rayo que te golpeó cuando llegaste a tu casa…- pero sus palabras no podían continuar mientras esa mano ahora acariciaba mis labios. A ninguno de los dos nos importaba  el rayo. Me atrajo hacia sí y me besó, me besó intensamente y sus brazos me abrazaron y su tierna piel se sentía cálida y suave.
 No había ni un solo ruido en el  bosque, las estrellas titilaban apacibles y la luna brillaba grande y hermosa.




Capítulo IV

 La tripulación se había marchado ya llevándose los restos de los seres malignos vencidos por el Capitán Eo.
 Luchando contra su propia timidez, Capitan volvió a mirarme a los ojos y me dijo:
 -Te amo, desde el primer momento. Llegué aquí huyendo y en medio de mis tribulaciones me encontré con una hermosa joya-le costaba mucho decirme todo aquello, pero más aún lo que todavía tenía que decirme –Pero sabes que yo no puedo vivir en La Tierra, no pertenezco aquí. Tengo una misión y mi lugar está allá arriba- sonaba con voz conmovida.
 -Lo entiendo perfectamente- le dije y besé sus labios otra vez haciendo que él se estremeciera y por un momento noté el rubor en sus mejillas.
 Y así, sin decir más nada y sin pensar en más, me alzó en sus brazos y me llevó lejos.
 A donde él me llevó era un lugar secreto, donde solo se oía el cantar de los pájaros por las mañanas  y el rumor del agua, pero yo no sabía decir si estaba en la tierra…o en el cielo.
 Cuando llegamos, a ése, su refugio, él me bajó, y yo no sabía dónde estaba pero eso no importaba, nos quedamos mirándonos el uno al otro y podía sentir todo el misticismo que había en él, aquel hombre del espacio, lleno de misterio y pasión.
 -Michael…- solté al fin durante un momento en que la realidad me golpeó, viendo que él estaba dispuesto a todo. Yo pensé que ya eso era una locura –Michael, apenas te conozco- él me escuchaba pero estaba completamente hipnotizado por mi cuerpo, deseoso de descubrir eso nuevo que era el amor y la pasión.
 Pero nada podía ocurrir entre nosotros, los dos nos quedábamos mirándonos profundamente y envueltos por un misterio indescriptible. Michael se quedó perturbado por lo que sentía, y muy confundido…
 Yo me alejé de él y recorrí la cálida habitación que estaba rodeada de mágicas cortinas y tenían un gran colchón en el suelo, decorado por sábanas y cojines de seda de varios colores. Había flores y una chimenea. No tenía idea de si aquel lugar era real o mágico, pero sí sabía que él y yo estábamos allí. Sí, era una locura.
 -¿Qué hacemos? Tú no eres de aquí, yo soy humana ¿Qué…?- no tuve palabras para describir aquella situación en que me encontraba con aquel joven que apenas unos días había llegado del espacio.
 Él se acercó a mí con paciencia y con una expresión de profunda calma en su rostro caramelo  y resplandeciente, me tomó por los hombros y me hizo girar hacia él. Miré sus ojos otra vez, y él seguía observándome como quien explora algo fascinante. Sentía que nos conocíamos desde hacía mucho tiempo y supe que nuestro amor era tan grande y tan único que no importaba si nos hubiéramos conocido ayer, porque ya estábamos unidos.
 -No tengas miedo, yo no te haré nada… sólo- musitó con un susurro de voz, ya que él tampoco sabía qué decir y noté toda su inocencia. Y no tuve más miedo.
 Completamente fascinado el capitán se quitó los guantes, quería sentirme en su piel y así pasaba sus manos por mis brazos sin dejar los dos de mirarnos y sonreírnos con amor. Él sabía de alguna manera que yo era virgen también, y, aunque no estaba del todo consciente todavía de lo que eso significaba, estaba excitado por eso.
 -Serás mi esposa, no sé cómo ni cuándo, pero serás mía cuando la sagrada unión nos haga uno, mi amor- dijo y me estremecí de pies a cabeza…
 Esos ojos azabache, como si fueran manos, recorrían mi cuerpo que se estremecía. Cuando me besó, no fue como en el bosque, ahora no había ningún apuro ni nadie podía vernos, y había algo mucho más intenso y secreto que antes, posó sus labios sobre los míos con suavidad y aquello era infinitamente mejor, aunque no nos atrevíamos a más que rozar nuestros labios y tocar nuestra piel… yo no llegaba a captar todo lo alienígena que había en él.
 Nos quedamos mirándonos  por un rato más, riéndonos como dos niños, tímidos, inexpertos.
 Y para mí era casi irreal, nos acostamos suavemente sobre el terso colchón, no me poseyó como es la unión humana, pero aquello fue más que eso, era su manera de unirnos. Veía las estrellas, era fascinante pero confuso a la vez.
 Dos seres de mundos apartes se unían y los dos nos encontrábamos en medio de un mar de pasiones encontradas.
 Yacíamos los dos juntos sobre sábanas tersas tan suaves que parecían hechas con mantequilla y él sin su traje blanco parecía un joven completamente humano, con su piel caramelo  que brillaba denotando cada uno de sus músculos. Delgado pero muy bien formado era el Capitán Eo, lleno de energía y de pasión, infantil, juguetón y totalmente cubierto por un halo de misterio.
 Cuando sus manos rozaban mi piel era eléctrico, y cuando las mías recorrían su espalda, el mundo dejaba de existir y solo existía ese pequeño rincón, él y yo.


 Esa mañana, tarde, me sorprende cuando decidimos salir al mundo y él se me presentó vestido con unos jeans y una franela. Era un joven hermoso que se mezclaría sin problema entre cualquier grupo de universitarios, sin que nadie supiera que venía de otro planeta.
 Estaba tratando de ser un hombre normal para mí, y yo no estaba segura si él podría dejar de ser lo que era para encajar en este mundo. Pero nos divertíamos mucho, pues éramos los dos como niños pequeños y jugábamos como si viéramos el mundo por primera vez. Eso me enseñó él, a ver todo con los ojos de un niño y así la vida presentaba un nuevo rostro.
 Así íbamos tomados de la mano por las encantadoras plazas y parques, y era curioso, porque antes esas plazas y parques me parecían aburridas. Cenábamos en pequeños bares a la luz de las velas y él con su ropa sencilla como si fuera un joven cualquiera; pero no encajaba, esa mirada inocente destacaba por sobre cualquier hombre terrenal, y sin duda a él todo le resultaba extraño e incómodo, y su única razón para estar en La Tierra era yo.
 Por las noches me contaba todas sus hazañas mientras dormíamos abrazados en nuestro lugar secreto. Pero yo entendía muy bien que ese joven de jeans y franela no era él, el verdadero él era el alucinante joven de las estrellas y aquel era su lugar. A su lado acostada acariciándole su pecho me preguntaba si sería feliz aquí sin las aventuras ni el peligro; él, mientras, dormía apaciblemente sin imaginarse mis cavilaciones.
 Las noticias sobre lo sucedido abundaban pero ninguna acertaba. La más loca de todas las explicaciones que escuché fue que el edificio donde vivía había sido escenario de un enfrentamiento entre grupos izquierdistas y anti-comunistas…disfrazados de orcos.
 Después de eso me costaría mucho creer en las noticias.
 Hasta que llegó el día en que lo encontré triste, su traje blanco estaba allí tendido sobre la cama.
 -Me han llamado, el Comandante Bog, me necesitan- susurró.
 Aunque él nunca me mintió y yo sabía muy bien que eso pasaría, me entristeció igualmente la llegada de ese momento.
 -Debo irme a una misión, dependen de mí, es mi responsabilidad ayudarlos- y tomó mis manos entre las suyas, me miró tímidamente y me besó. El traje blanco chispeaba otra vez mientras él se quitaba su sencilla y muy juvenil ropa, y su uniforme volvía a cubrir sus bien formadas piernas y anchas espaldas.
 Debíamos volver a mi apartamento aquel mismo día, ya que el edificio lo habían restaurado, pero ahora yo tendría que lidiar un buen tiempo con las miradas incómodas de mis vecinos, especialmente la de mi anciano vecino del 8-C, y las preguntas curiosas de mis amigos. Nadie sabría de mi aventura ni de mi pirata intergaláctico.

 Las doce y treinta de la noche otra vez y yo caminaba por las calles adoquinadas, allá al frente estaba la plaza donde estuvimos aquella noche una vez y sobre un banco de piedra me senté a esperarlo. El viento frío rozaba mi cabellera y el olor a agua fresca proveniente de la fuente me llegaba suavemente. El me dijo que todo iba a cambiar, en la ciudad, pero yo no sabía a qué se refería. No había llovido en días y el cielo engalanado de estrellas se presentaba radiante y profundamente negro. Estaría viendo ese cielo siempre ahora en adelante, y aquellas calles, me traerían todos los recuerdos de él. Y no tendría más miedo.
 Y allí en el banco de piedra me encontró él.
 -No quería que este día llegara pero conocerte fue lo mejor que pudo haberme pasado- sonreía –me has hecho feliz como no te lo puedes imaginar-
 -Creo que sí me lo puedo imaginar- le sonreí yo y me tomó la mano, como todo un caballero que era me la besó no sin faltar la acostumbrada sensación eléctrica entre los dos.
 -Nunca pierdas la esperanza- me dijo- Ellos están allá-
 Salimos de la plaza tomados de la mano cruzando la ciudad como dos amantes cualquiera que pasean en la noche fría. Él me llevaba al lugar donde se despediría de mí, donde nadie más nos viera.
 -¿Tu cantas?- le pregunté al fin en medio de nuestro recorrido –Te vi aquella vez, y tu tripulación, tocaban música-
 -La música es un arma para combatir la desesperanza. Es mi arma, llevo alegría a los mundos a través de mi música y combato el mal- me explicaba luego empezó a entonar una melodía que se oía muy clara en aquel silencio nocturno – Liberian girl, you came and you changed my world, a love so brand new, you came and you changed me girl, a feeling so true – y su voz era tan melodiosa y cantaba con tanta emoción que sentí su magia y a la final me dedicó la canción a mí.
 Así sin yo darme cuenta de nada llegamos al borde del bosque teniendo la ciudad atrás como testigo.
 -Es mi regalo, esta canción es para ti, y para esa pequeña pero muy linda ciudad- nos detuvimos a contemplarla desde allí y yo me preguntaba por qué decía que mi ciudad era linda. Fuzzball volvía a posarse sobre su hombro, la tripulación estaba allí esperándolo. El capitán me miró otra vez muy callado y ante el inminente adiós me abrazó. Fuzzball el pequeñín notó que era un momento privado para el capitán y se fue,  haciendo lo mismo el resto de sus compañeros, dejando solo al capitán.
 No pude evitar derramar una lágrima pero él me la secó y nos besamos intensamente, pero por última vez.
 Había llegado la hora de separarnos, y él antes de marcharse me apretó la mano con confianza y me dijo:
 -Acuérdate del collar que te di-
 -Sí, lo tengo Michael, nunca lo dejaré- le sonreí.
 -Acuérdate del collar siempre- repitió con firmeza y me guiñó un ojo – Cuando brille, regresaré-
 Y sus palabras me llenaron de alegría. Él se marchaba pero no me dejaba para siempre, él regresaría a mí otra vez.
 Me sonrió, y me aseguró que regresaría. Luego desapareció en el bosque.

 No faltó mucho para que viera la estela de luz de colores cruzar el cielo y yo feliz regresaba a la pequeña y bonita ciudad donde vivía. El regalo del Capitán Eo y su tripulación se notó al día siguiente, cuando todo amaneció soleado, las calles llenas de gente alegre, los árboles llenos de flores y el ánimo y la esperanza que se sentían en el aire.
 La misma ciudad pero llena de color, música y alegría.



FIN





1 comentario:

  1. hay que bonita me encanto esta historia gracias por compartirla, creame cuando le digo que me acaba de hacer el dia.

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